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Lugares

Ruta de las Mil Kasbahs con Dromedario Volador

Última actualización: 17-10-2025

Dromedario Volador os acompaña por "La Ruta de las Mil Kasbahs" en Marruecos.


Uno de los recorridos más representativos del sur del país, un viaje que transcurre entre oasis, palmerales y kasbahs, que narran siglos de historia.






La palabra “kasbah” designa una construcción defensiva, una especie de castillo de barro que servía tanto como vivienda como refugio ante ataques. Se edificaban con materiales locales —tierra, paja y madera de palmera— siguiendo una arquitectura de gran ingenio adaptada al clima extremo del sur marroquí.

Sus muros gruesos mantenían el interior fresco durante el día y conservaban el calor por la noche, mientras sus torres y almenas permitían vigilar los valles y proteger las cosechas.

 




A lo largo de los siglos, la zona comprendida entre Ouarzazate, Skoura, el valle del Dadès y el Todra se convirtió en un mosaico de estas fortificaciones, reflejo de la prosperidad que generaban las caravanas que pasaban y transportaban oro, sal y especias desde Tombuctú.

Las kasbahs no solo eran símbolo de poder económico y social, sino también centros de control político, donde las tribus gestionaban los intercambios y alianzas locales.


 

Con el tiempo, muchas de estas construcciones fueron abandonadas debido a la emigración. Muchas de las familias que poseen una Kasbah, habitan en Francia y se desentienden de su restauración. Sin embargo, unas pocas Kasbahs han sobrevivido y hoy se erigen como testigos de un pasado esplendoroso.

La más famosa es la maravillosa Kasbah de Aït Ben Haddou, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que sirvió como punto de parada para las caravanas y ha sido escenario de innumerables películas. Otras, como la Kasbah de Amridil en el oasis de Skoura o la Kasbah de Taourirt en Ouarzazate, muestran aún con orgullo el arte y la sabiduría constructiva de las comunidades bereberes.





Los oasis de palmerales en la Ruta de las Mil Kasbahs

Si transcurrimos por la Ruta de las Mil Kasbahs, el paisaje del sur de Marruecos sorprende por la presencia de extensos palmerales que se abren paso entre montañas, gargantas y valles áridos. Estos oasis son auténticos milagros naturales en medio del desierto, donde el agua, cuidadosamente canalizada desde manantiales subterráneos, permite la vida y el cultivo desde hace siglos. En la Ruta de Kasbah y desierto (4 días / 3 noches), el viajero atraviesa algunos de los oasis más emblemáticos y representativos del Marruecos meridional.

El recorrido suele comenzar con el oasis de Skoura, uno de los más impresionantes del país. Situado al pie del Alto Atlas, Skoura es un gran palmeral habitado, donde se levantan antiguas kasbahs entre campos de dátiles, olivos, almendros y granados. Su red de canales de riego —las tradicionales khettaras— mantiene viva una agricultura que apenas ha cambiado con el paso de los siglos.

Pasear por sus senderos es adentrarse en un paisaje sereno, donde el color verde intenso de las palmeras contrasta con los tonos rojizos de la tierra y las montañas que lo rodean.






Más adelante, la ruta continúa hacia las gargantas del Dadès, y da paso al Valle del Dades, un oasis de gran belleza que serpentea entre las gargantas rocosas. Las aldeas bereberes se extienden a lo largo del río, rodeadas de huertos y palmerales que transforman este entorno árido en un auténtico jardín.

En primavera, las flores de almendro y los cultivos de cebada aportan un matiz de color y vida a un paisaje dominado por la piedra y el barro.

Siguiendo el camino hacia el desierto de Erg Chebbi, el Sahara de Marruecos, nos adentramos en el valle del Todra, en cuyo lugar se abre paso las gargantas del Todra, cuyas paredes de más de 300 metros de altura protegen otro oasis fértil. Aquí, las palmeras se alinean junto al río, ofreciendo sombra a los campesinos que aún trabajan sus huertos de forma tradicional.

Este contraste entre el agua, la vegetación y la roca es una de las imágenes más bonitas de toda la ruta.






Ruta de las Mil Kasbahs: entre el Dadès y el Todra, donde las mujeres son el pilar de la vida rural

Desde el Valle de las rosas hasta Todra, las condiciones de vida son extremadamente duras, sobre todo en invierno, cuando las nieves del Alto Atlas bloquean los pasos y el frío cala entre los muros de adobe. Sin embargo, la población local ha sabido adaptarse a este entorno con una admirable resistencia y una sabiduría transmitida de generación en generación. Los habitantes del valle del Dadès viven en pequeñas aldeas familiares, muchas de ellas formadas por un puñado de casas construidas con barro y piedra, perfectamente integradas en el paisaje. En estos pueblos, el tiempo parece haberse detenido, y la vida continúa siguiendo el ritmo pausado de la naturaleza.

La economía local se basa en la agricultura de subsistencia y el pastoreo. Las familias cultivan pequeños huertos que se extienden junto al río, donde el agua permite hacer crecer cereales, hortalizas, almendros, higueras y, sobre todo, las palmeras datileras que proporcionan alimento y sombra. Cada parcela es un tesoro cuidadosamente trabajado, regado a través de un sistema de acequias que se reparte el agua entre los vecinos con un respeto casi sagrado.

El día comienza temprano, con las primeras luces del sol, y las tareas se reparten entre hombres y mujeres, aunque son ellas las que sostienen gran parte del trabajo diario.




Las mujeres del valle del Dadès son el verdadero pilar de la vida rural. Se encargan de acarrear agua, recoger leña, cuidar el ganado y atender los cultivos, además de mantener el hogar, preparar el pan en los hornos de barro y tejer alfombras con las antiguas técnicas bereberes. Su día apenas deja espacio para el descanso, pero su papel es esencial para la supervivencia de la familia y de toda la comunidad. En muchos casos, mientras los hombres migran temporalmente a las ciudades para buscar trabajo, ellas permanecen al frente del hogar, resistiendo con esfuerzo y dignidad el aislamiento y las inclemencias del clima.

A pesar de la dureza, la vida en el valle del Dadès está impregnada de una profunda conexión con la tierra y con las tradiciones. Las celebraciones locales, los mercados semanales y las reuniones familiares mantienen vivo el tejido social, donde la solidaridad y el sentido de comunidad son la base de todo.

En cada gesto cotidiano se percibe un equilibrio entre la lucha por sobrevivir y el orgullo de pertenecer a un entorno tan exigente como hermoso.





El viajero que recorre esta parte de la Ruta de las Mil Kasbahs, entre el Dadès y el Todra, descubre un Marruecos auténtico, donde la vida sigue el ritmo de las estaciones y donde la sencillez se convierte en una forma de fortaleza. Aquí, la resistencia humana se transforma en una lección de humildad y belleza.



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Página Web: www.dromedariovolador.com

Autor
Maite
Maite
Profesional con una amplia experiencia en la planificación y diseño de rutas por Marruecos, especializada en un único destino. Apasionada de mi trabajo y vinculada a la cultura marroquí, tanto a nivel personal, como profesional. Mi trayectoria se ha centrado en ofrecer experiencias únicas y memorables, acompañada de un gran equipo.

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